Monedas depreciadas a niveles históricos, concesiones fiscales que conllevan futuros desafíos presupuestarios y una imagen regional de inestabilidad generalizada que podría ahuyentar a los actores internacionales y complicar el acceso a los mercados de deuda.
El bajo nivel de crecimiento económico que América Latina
ha atravesado durante los últimos años es un factor de peso detrás de la ola de
protestas que ha estado sacudiendo la región. Y es posible que estas
demostraciones de insatisfacción contribuyan a continuar -y hasta exacerbar- la
tendencia tanto en el corto como en el mediano plazo.
Las consecuencias inmediatas ya son visibles: en
países como Chile y Colombia, el tipo de cambio tocó su piso histórico el
miércoles. La divisa del primero se ha depreciado un 14% desde el 6 de
octubre, un día después de que se implementara el aumento de tarifas del metro
que catalizó las protestas en el país andino; y la del segundo, que ya venía
perdiendo valor durante las últimas semanas, aumentó el ritmo y se devaluó
un 3,67% desde el primer paro general que tuvo lugar el 21 de noviembre.
La ecuación, no obstante, no puede aplicarse de manera
unánime a lo largo de la región. En Ecuador no hubo devaluación porque su
economía está dolarizada; la divisa boliviana se ha mantenido estable a
pesar de la crisis que se desató luego de las elecciones y la consecuente
caída del ex presidente Evo Morales; y, aún sin enfrentar protestas, el
real brasileño se ha depreciado -también a mínimos históricos- y forzado al
banco central a intervenir en el mercado de cambios por primera vez en
tres meses. La moneda perdió el 5,5% de su valor en lo que va del mes y un 9%
en el año.
Además de afectar el sector financiero, las protestas han
alterado de manera sustancial la economía diaria de los países. Y esto ya
ha comenzado a manifestarse en las proyecciones de aquellos donde el fenómeno
se ha extendido durante perìodos mas prolongados.
El Producto Interno Bruto (PIB) de Chile creció un 3%
interanual en septiembre, pero se espera que se contraiga un 0,5% en octubre,
indicó el gobierno. Y un reporte de Scotiabank corrigió a la baja la expansión
esperada de la economía a un rango de entre 1,5 y 1,8%. No obstante, de seguir
las tensiones, las cifras podrían variar.
En el caso de Ecuador, la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) revisó a la baja sus previsiones previas y
estableció que su economía no se moverá. Hasta agosto pasado, el organismo
multilateral preveía que el PIB crecería un 0,5%. Las cifras de los otros
países que atraviesan otros países de la región todavía no se han calculado,
considerando que su comienzo es relativamente reciente.
El ejemplo más notable, no obstante, se encuentra fuera de
América Latina. Previo a que comenzaran las protestas pro-democracia en Hong
Kong, se preveía que el territorio semi-autónomo crecería entre 2 y 3%. Pero a
pesar de que su PIB creció 1,3% en el primer trimestre, cayó un 0,5% en el
segundo (las protestas comenzaron en junio) y 3,2% en el tercero. Por ende, su
economía está oficialmente en recesión.
Hay otros factores que podrían atentar contra el
crecimiento a mediano plazo. En diálogo con Infobae, James Bosworth,
analista político y autor del Latin American Risk Report newsletter,
destacó dos: concesiones fiscales que lleven a desafíos presupuestarios e
imágenes de países inestables que ahuyenten inversores y actores de los
mercados de deuda internacionales.
El primero ya tuvo lugar en Ecuador, Chile y Colombia: “en
el primer caso, el presidente Lenin Moreno retrotrajo la remoción de los
subsidios al diésel y la gasolina -por USD 1.300 millones- y ahora hay incertidumbre
acerca de la posibilidad de apobar un paquete de reformas económicas que
logre un amplio apoyo tanto en el plano local como internacional”, explicó
Bosworth.
En su primer anuncio oficial después de asumir, el nuevo
ministro de finanzas chileno, Ignacio Briones, indicó que el déficit
fiscal aumentaría de 2 a 2,9%. El Gobierno también indicó que piensa usar
USD 2.400 millones de un fondo de sustentabilidad en medidas sociales.
Por su parte, el presidente colombiano Iván Duque anunció
esta semana medidas como no aplicar el IVA tres días al año, impulsar su
devolución en un 100% al 20% más vulnerable de la población; una reducción de
aportes de salud a jubilados y estímulos fiscales para quienes empleen jóvenes.
Sin embargo, en ambos países, las protestas continúan.
El otro factor tiene que ver con la imagen regional. “Inversores
extranjeros se están cuestionando la narrativa de países que parecían estables”,
expresó. Por ende, una percepción acerca de una posibilidad real de que eventos
de turbulencia política paralicen la economía tal vez ahuyenten actores
económicos internacionales, tanto financieros como corporativos.
Según Bosworth, es probable que esta imagen perdure en el
tiempo: aseguró que las protestas continuarán en 2020 y que hay altas
chances de que otros países de la región se sumen a los otros. Señaló a
Argentina como uno de ellos: “La administración de Alberto Fernández tendrá
dificultades para pagar deudas, recaudar fondos y cumplir con las promesas
económicas que le hizo a sus votantes”, expresó. Y agregó: “Atrapado entre
votantes que quieren más y un presupuesto que demanda gastar menos, es probable
que haya protestas en Argentina el año que viene”.
En tanto, el analista político brasileño Oliver Stuenkel
indicó en un artículo en la publicación Américas Quarterly que Brasil
también podría terminar incluido en la lista. Explicó que las preocupaciones
acerca de esta posibilidad reforzó a aquellos en el equipo económico que abogan
por posponer anuncios de medidas impopulares. Pero que, sin embargo, estas no
se pueden dilatar de manera indefinida, y que potenciales aumentos de
combustible -suspendidos en 2018 luego de una masiva protesta de camioneros- y
de tarifas de transporte puedan motorizar nuevas protestas en ese país.
Pero más allá de los factores particulares de cada país,
Bosworth indica que hay sentimientos que atraviesan la región: entre ellos se
encuentran la desigualdad económica -América Latina es la más
desigual del mundo-, el bajo nivel de crecimiento -es la que menos va
a crecer en 2019 y 2020, de acuerdo al FMI- y el rechazo a la clase
política en general.
Sobre este último factor, concluyó: “no es solo un rechazo
a quien ocupa la presidencia en el momento. A pesar de que hay políticos de la
oposición que han tratado de aprovecharse del momento, muchos han fallado o
directamente han sido rechazados por los manifestantes. Esto significa que
la próxima ronda de elecciones probablemente acerque a muchos más outsiders a
posiciones de poder”.
Infobae