Amelia Solórzano es una empresaria boliviana que construyó la primera marca de ropa deportiva nacional que llegó a las masas y lo hizo sin capital, sin estudios universitarios y desde uno de los barrios más estigmatizados: el Plan 3000.
Amelia
Zolórzano se vio divorciada, a cargo de tres hijos y sin trabajo a los 27 años.
La desesperación por sacar adelante a sus pequeños la llevó a buscar ideas de
negocios y fue así que empezó a coser prendas de vestir en su living con una
máquina Singer antigua. Ella se ocupaba de las compras y cortaba, mientras que
su vecina del Plan 3000 costuraba.
“La salita
de mi casa y parte de mi dormitorio era el tallercito. Mi mesa de comedor fue
la primera mesa de corte. Producíamos como unas 10 docenas a la semana y yo
viajaba por tren a Yacuiba para venderlas en la frontera porque en esa época en
Argentina había mucho mercado”, recuerda Amelia ahora, 25 años después, sentada
en un escritorio adornado por al menos 20 premios y reconocimientos a su labor
empresarial por tener la marca nacional más importante de ropa deportiva:
Patra. Todo fue un proceso de prueba y error: Al principio hizo camisas de
franela pero tuvo mucha competencia. Luego empezó a hacer poleras de algodón,
vestidos de terciopelo, faldas, camisas, de todo. Casi un año después llegó al
producto que se convertiría en la gallina de los huevos de oro: las calzas de
lycra. “Nos costó especializarnos en lycra porque requiere una muy buena
costura pero cuando lo logramos me di cuenta que la calza es muy versátil. Es
un producto que está al nivel de un jean, algo que todo mundo usa y por eso fue
el producto estrella”, comenta.
Amelia
viajó una vez por semana de Santa Cruz a la frontera con Argentina durante
siete años para vender las prendas que confeccionaba en su living. Con el
esfuerzo de tener que viajar incluso con su hija Patricia en brazos, logró un
negocio estable, pero la crisis del corralito en el país vecino le arruinó el
mercado y dejó su fábrica casera parada durante un año. Amelia pasó de producir
unas 10 mil prendas al mes a cero, y tuvo que despedir a sus operarias.
Nuevamente se vio sin trabajo y fue entonces que decidió mirar hacia el mercado
local. Así nació la idea de hacer Patra, una marca cuyo nombre salió de mezclar
el de su hija Patricia y la inicial de Amelia.
“Yo tuve
una amiga que tenía su tienda en la 7 calles y que me vendía telas. Ella me vio
mal y me aconsejó que haga ropa deportiva. Recuerdo que viajó y me trajo un
montón de modelos para que conozca las tendencias. He sido muy bendecida, he
tenido personas que me han animado a seguir, incluso cuando yo estaba muy
desanimada”, cuenta.
La crisis
argentina hizo que muchos de los compradores desaparezcan con cuentas por pagar
y algunas de esas cuentas Amellia las cobró a medias y en maniquíes. Por ese
entonces la Feria Barrio Lindo era nueva y Amelia se animó a vender sus calzas
en un puesto prestado. “Nadie usaba maniquíes para exponer sus productos en
Barrio Lindo y como yo los tenía, los vestí, y me puse a vender. La gente vio los
modelos de mejor forma y en un día vendí todo mi lote”, recuerda. Sin
conocimiento de marketing ni educación universitaria Amelia encontró una forma
creativa de mostrar sus productos y empezó una tendencia en el mercado
mayorista más grande de Santa Cruz.
“No tuve
una formación universitaria por que no hubo la oportunidad ni los recursos,
pero soy una devoradora de libros. Soy una persona analítica y aprendí a hacer
pequeños estudios de mercado para ver qué producto tiene mejor aceptación”, cuenta
Amelia, que a sus 52 años está a punto de graduarse de Derecho. Aunque para
ella esta carrera le sirve, no hubiera sido su primer elección, su anhelo
juvenil era estudiar Filosofía y Letras o Comunicación pero no pudo porque tuvo
que trabajar. “Soy de una familia muy humilde de Potosí, vengo de Cotagaita. A
mis 10 años nos vinimos a Santa Cruz con mi mamá y mis hermanos. Entonces
comencé a trabajar como empleada doméstica. Trabajaba con unos abuelitos en los
quehaceres de la casa, luego trabajé de vendedora en la 7 Calles, de vendedora
de artesanías por la ex terminal, de todo lo que pude”, cuenta Amelia, que fue
la primer persona en salir bachiller en toda su familia y lo hizo en un colegio
nocturno.
Hoy, Patra
tiene una amplia fábrica que lleva 11 años en un lote a la entrada del Plan
3000 y, según la época, produce entre 35 mil a 50 mil prendas mensuales. Patra
tiene un sistema de distribución nacional muy amplio que llega incluso a las
provincias y cuenta con más de 400 clientes mayoristas, mercado que representa
el 95 % de sus ventas. “Nunca pensé llegar a construir algo tan grande. Patra
ha crecido mucho pero en este momento ya se siente la desaceleración de la
economía. Estamos produciendo menos de nuestra capacidad y si bien estamos
entrando a una época mala,
como
empresario uno procura ser optimista”, dice. ¿Qué otras dificultades enfrenta
Patra en el mercado? Las imitaciones y el contrabando de ropa. “Como una forma
de contrarrestar esto hemos diversificado y por eso tenemos el Patra clásico
pero también tenemos el Patra Privé, que es un producto de primera calidad
confeccionado con una tela patentada internacionalmente: EMANA. La tela tiene
una sustancia que viene en los hilos que previene y reduce la celulitis. Son
las telas inteligentes hechas con nano tecnología y que incluso evitan las
macurcas”, cuenta. Patra es la única empresa nacional autorizada en Bolivia
para utilizar, producir y repartir esta tela y sus colecciones exclusivas se
lanzan en el Bolivia Moda. Su línea masiva sigue siendo muy vendida y no sería
exagerado decir que casi todas las mujeres del país han tenido una calza Patra.
Pero el éxito trajo imitadores: “Hemos hecho operativos con la policía en
Barrio Lindo y en “La Cancha” de Cochabamba para quitar esas imitaciones,
porque eso es un delito penado con cárcel pero la verdad es que hace falta
mucho control de las autoridades, es algo que no toman en cuenta y que debilita
a quienes tratamos de hacer empresas con todas las de la ley”
Si bien
para Amelia la calidad de sus telas y costura no se encuentra en ninguna
imitación, en el mercado los bordados del logo de la mariposa Patra abundan en
productos que vienen de Perú o China. Es por ello que Amelia está pensando en
incursionar en otras áreas de negocio afines y para eso ha comprado un terreno
en el parque industrial. La empresaria promete que pronto tendrá noticias de su
expansión en exclusiva para Forbes.
Para esta
emprendedora, el éxito de su negocio respondió a una necesidad del mercado: “En
ese tiempo no había un producto de buena calidad a buenos precios, era o compro
importado bueno y caro o compro algo trucho. Nosotros logramos que la gente
aprecie el producto nacional porque los clientes no estaban acostumbrados a
usar ropa hecha en Bolivia, era mal visto. Hoy estamos orgullosos de haber
iniciado un boom de moda nacional que pone con orgullo made in Bolivia”,
comenta Amelia, que está decidida a combatir el contrabando y la imitación en
su nueva faceta de abogada
Para ella
ha sido duro ser empresaria y aún más siendo mujer puesto que “el ámbito
empresarial tiene un 90% de varones y sigue existiendo ese pensamiento de que
las mujeres no tienen la misma capacidad. Yo he sentido esto incluso en los
empleados que piensan que el “jefe hombre” es más respetable y que uno por ser
mujer les va dejar pasar todo”. Por eso, Amelia tiene un 90 % de operarias
mujeres. Al entrar a su fábrica se las ve sentadas junto a sus máquinas de
coser y algunas de ellas tienen un carrito de bebé cerca. Darles una
oportunidad para sostener a sus familias es algo que mueve a esta empresaria
que nunca quiso sacar su fábrica ni su casa del Plan 3000 con la idea de
volverse una inspiración para el vecindario. “El tema de que Patra venga del
Plan 3000 –donde vivo
hace más de
30 años– y aún siga ahí es muy gratificante. Una vez me preguntaron el por qué
yo sigo viviendo en esa zona, cuando yo cuento con las posibilidades de optar
por algo “mejor”. Y mi respuesta fue simple: mi misión es ser una luz en mi
barrio. Que me vean a diario sirve para demostrar que como yo he podido, como
Patra pudo, todos también pueden. Si yo me mudo al Urubó no seré luz para nadie
porque allá todos son empresarios”, indica sonriente mientras pasea por su
taller de producción, donde las operarias trabajan al ritmo de reggaeton y
cumbia que ellas mismas eligen. Para esta empresaria, un ambiente laboral
agradable es algo muy importante para mantener motivadas a sus empleadas.
Patra en
definitiva es una marca de estudio porque pese al estigma que había en su
momento de rehusarse o evitar usar lo nacional, lograron generar lo impensado.
“Los bolivianos llegaron a identificarse con Patra cuando parecía imposible.
Estoy muy orgullosa de que Patra sea una empresa boliviana”, comenta Amelia que
se despide para volver a su sencilla oficina de puertas abiertas.